En la lejanía se va quedando mi Ayamonte y se queda también: mi corazón y mi alegría. En la maleta acarreo: angustias, anhelos y tristezas. Se aleja el barco, y ya apenas distingo la silueta de mi querido pueblo, las lágrimas me turbia la visión, pero su blancura me sigue hasta el fin del mundo. ¡Te quiero Ayamonte!
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